El blues sigue sonando.
Dejas los zapatos
y estás frente al espejo.
La jornada de ocho a seis
se te coló por las pupilas,
como siempre,
vulgar.
El whisky se agotó
y enciendes el cigarro.
Ambos sabemos
que ni los cielos amarillos
ni las conversaciones con frutas,
remueven las cenizas
apiladas en tus sueños.
El caleidoscopio se detiene
y el blues sigue sonando.
Quizás sean las palabras,
libertinas,
que copulan en los versos ajenos;
la argamasa que sostenga
el polvo de tus huesos.
Quizás sea la poesía,
la conversación que buscas
con el universo al lado de tu puerta.
(karim Arredondo, marzo 2019)
Compartir